ESTACIÓN PARA UNA MADRE
Armada
por el amor que a sus hijos prodiga en devoción
María
da un beso en la frente al hombre bajito de su casa
A
su espalda Moisés, con calor de madre echa su bendición
Llena
de valor niega morir la sentencia de Herodes por guasa
Despierto
e inquieto por el vaivén del jeep va Juan en el vientre
Colgado de su pecho abierto al frío aire va Pedro, otro niño de María
Dejó
el barrio quejoso aún con estrellas y al bajito Moisés sin alegría
Igual
que ayer irá a la escuela sin nada de comer y con voz silente.
En
sus enormes ojos azabaches brotan dos lagunas de esperanza
Siente
como la brisa juguetona y remolona de la madrugada le besa
Cual
filo de cuchillo se posa en cada poro hambriento de su cara tersa
Añorando
a José el albañil, al marcharse con sus labios y templanza
Ya
no le espera, llora ahogando su llanto en sus lagunas azabaches
De
él sólo laten tres ángeles caídos del grisáceo cielo a su regazo
Mientras
el jeep inquieta a Juan, sus ojos refractan un arco iris
Que
al enjugar le atrapa y lo irradia sobre la cabeza de su Pedro.
Se
detiene el vaivén para envolver la esperanza como esquela
Con
sus dos muchachos a cuestas, va María hacia el calvario.
Piensa
que Moisés tendrá sapiencia, aunque duda de la escuela.
Y
de los maestros, ocupados menos en la guía y el sagrario.
Con
la promesa a Moisés de llevar el pan multiplicado
Murmullos
tan cerca, arropan los nacientes oídos de Juan
No
habrá milagros, al menos hoy. El trío llegó tarde a la cola
Tendrán
que volver mañana en el vaivén de la negra ola.
María
inunda de nuevo sus óculos con lágrimas que tragan luz
Cuántas
veces la escena de regreso, con plegarias y sin pan
Piensa
en la promesa, en Pedro y Juan, odiando a José y a la cruz
No
busca culpables, sólo grita en silencio ¿Los dioses en dónde están?