sábado, 16 de julio de 2016

POEMARIO PARA UN VIACRUCIS

ESTACIÓN PARA UNA MADRE

Armada por el amor que a sus hijos prodiga en devoción
María da un beso en la frente al hombre bajito de su casa
A su espalda Moisés, con calor de madre echa su bendición
Llena de valor niega morir la sentencia de Herodes por guasa

Despierto e inquieto por el vaivén del jeep va Juan en el vientre
Colgado de su pecho abierto al frío aire va Pedro, otro niño de María
Dejó el barrio quejoso aún con estrellas y al bajito Moisés sin alegría
Igual que ayer irá a la escuela sin nada de comer y con voz silente.

En sus enormes ojos azabaches brotan dos lagunas de esperanza
Siente como la brisa juguetona y remolona de la madrugada le besa
Cual filo de cuchillo se posa en cada poro hambriento de su cara tersa
Añorando a José el albañil, al marcharse con sus labios y templanza

Ya no le espera, llora ahogando su llanto en sus lagunas azabaches
De él sólo laten tres ángeles caídos del grisáceo cielo a su regazo
Mientras el jeep inquieta a Juan, sus ojos refractan un arco iris
Que al enjugar le atrapa y lo irradia sobre la cabeza de su Pedro.

Se detiene el vaivén para envolver la esperanza como esquela
Con sus dos muchachos a cuestas, va María hacia el calvario.
Piensa que Moisés tendrá sapiencia, aunque duda de la escuela.
Y de los maestros, ocupados menos en la guía y el sagrario.

Con la promesa a Moisés de llevar el pan multiplicado
Murmullos tan cerca, arropan los nacientes oídos de Juan
No habrá milagros, al menos hoy. El trío llegó tarde a la cola
Tendrán que volver mañana en el vaivén de la negra ola.

María inunda de nuevo sus óculos con lágrimas que tragan luz
Cuántas veces la escena de regreso, con plegarias y sin pan
Piensa en la promesa, en Pedro y Juan, odiando a José y a la cruz
No busca culpables, sólo grita en silencio ¿Los dioses en dónde están?