jueves, 3 de diciembre de 2009

Para compartir

Mirándola, y sintiendo el reloj pulsera
que sin importarle la lágrima esquiva
de mi hermana que de mi madre inseparable saliera;
la de inquietos ojos hoy turbados y de alma bravía;
ojos que buscan en cada poro de la lúgubre pintura
de la pared que atrapa, las sensaciones que lanzadas en tropel
se desbocaron en el último minuto del reloj pulsera.
intimidad de cuatro paredes cómplices de un fin esperado
confidentes de mi madre para su peregrinar de penas,
Una trás una tejió su mortaja de la ilusión catequista
dándoles el trato de quien por tiempo las ha acariciado
y que ahora sintieron en supensión el cenit de su aliento,
cansado de volar al compás de un viento volatinero;
menguado de tanta espera de la esperanza remolona.
La galena, con su augusta voz declama al compás de una sordina
que apaga las voces más recias de la fría sala
en preámbulo concierto en obertura para bemoles
Se hizo lo posible, pero Dios también creó lo imposible
acobijando al bien y el mal, un cortejo de ángeles esperan
Que, mi ayer esbelta madre, entre en perfecta armonía
a la comunión con el más grande, amo de todo, dueño y señor
Energía capaz, digna y creadora. enseñe a mi madre el camino
más corto a vivir ahora, la vida que antes se esmeraba en vivir.

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