En su eterno peregrinar el sol calienta
las paredes desnudas, tristesa de aforos
en cada ladrillo la vida anda a tientas
madriguera social de cristianos y moros.
Desde abajo, se siente la entramada,
de historias tejidas en segundos
de historias tejidas en segundos
causalidad furtiva y sentenciada
dejando luto a unos y a otros moribundos.
Es la historia que no duerme con el sol
siempre en vilo, camina a su suerte
buscando la niña, el niño salir del crisol
a diario lecciones con sabor a muerte.
La luna temerosa llega mágica; y desnuda
al hombre al acecho que sobre la pared
muestra siluetas para dejar muda
a la tempestad y quitando a la vida su fe
La pared de ladrillos ya guarda otra historia
que no contarán en el catecismo
a la niña y al niño les separa un abismo
del cristo ausente por falta de noria.
El sol y la luna se saludan al paso,
que abandona uno al otro el teatro
y desde aquí abajo no se siente el mazo
que golpea la vida sin firma de pacto.
La niña y el niño de una madre crecerán
sin cristo, sin padre, que de lumbre al camino
y frente a los ladrillos desnudos tejerán,
historias de hijos, de hombres sin destino.
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