Con los pies cansados de pisar la misma tierra,
con lágrimas ya secas por llorar otros muertos
no apuré la palabra para orientar lo que yerra
y sin avistar horizonte, culpable soy de otros llantos.
Con los pies cansados, abandoné el camino
y atrincheré mi alma aguerrida en el olvido
por ser de débiles serviles, dormir el sueño de la historia
y no montarse en la razón por temor a no ser comprendido.
Hoy miré en el cielo centellante el esplendor de tu rostro
tu cara henchida y marcada por el fulgor de tus ojos en gloria
por haber vencido el dolor marcado en el cansancio de otros,
también vi tu sonrisa coqueteando en una marfilada nube
tu rostro, tus ojos y sonrisa abierta, tranformaron mi llanto
en lluvia fresca para aplacar la sed de mis pies callosos
y lavar mi rostro para reconocer en otros su llanto
y reconfortar su alma cargada de fardos con cuerpos
que no montaron la carroza de la historia ni prestaron su garganta
para corregir la palabra que se aborta irresponsablemente
y llega como dardo a lastimar el alma,
que cubre, que arropa como manta
al hombre cansado y ahogado por tanta prisa.
Miré el cielo y te ví, pudiendo comprobar mi amor
hacia tí desde otros tiempos, cargados de fe y alabanza
Hoy te ví, como la primera vez, en que juramos ser uno en el dolor
para defender la historia, de esta unión y de esta esencia
que es el camino, el cielo y esta tierra bañada de lágrimas
por tantos ojos que no dejan de clamar, ayuda al cielo
y al portento de su creador. Hoy te ví, vestida de marfileño azul,
Hoy volé con los ojos y sentí tu aliento y eras tú
y vencí el cansancio, el letargo y me vestí de esperanza
para seguir el horizonte, donde bajas para darme la mano.
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